martes, mayo 02, 2006

"Jesús Verbo - No sustantivo"

Muchas veces me preguntaba por qué la gente prefiere ir a la playa, al campo, o a la montaña, durante la Semana Santa, conociendo que el verdadero sentido de esta fecha radica en conmemorar la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Algunos no salen de su dulce hogar, no porque sea tan dulce, sino porque la situación económica los obliga, y no les queda otra respuesta definitiva, que la opción “a”: cumplir con la tradición de la iglesia católica.
Para los cristianos, uno de los actos que recoge mayor expresión de fe es el Vía Crucis, debido a que representa los momentos más fuertes en la vida del Hijo de Dios. Con la consigna: Voy a santificarme y a vivir mi vía crucis, muy animado, el miércoles santo visité mi parroquia...

I Estación: Ante los implacables fulgores del astro rey, centenares de feligreses chorreaban de sudor su significativo traje morado. Para algunos, llevar la túnica color lila no fue suficiente, en el momento menos pensado, se despojaron de sus zapatos, coronaron sus cabezas de ramas y cargaron su cruz camino al calvario.

II Estación: Muchísimos niños pequeñitos, descalzos, ahogados del calor, a toda prisa eran arrastrados por sus padres. Estas criaturas, pagaban promesa por sus pecados; es decir, la promesa que debían pagar sus progenitores, pero como es más cómodo y menos ridículo vestir al bebé de moradito, ellos prefirieron hacerlo así. Mientras el pequeño, ignorante de todo cree que estrena su nuevo disfraz de Batman.

III Estación: Siguió su rumbo la procesión, entonces una avalancha humana conformada por enfermos, visitantes, sacerdotes y devotos, hacían lo imposible por detener el tráfico. A diferencia de años anteriores, esta vez no hubo presencia policial. Los milagros comenzaron a ocurrir, de repente apareció una patrulla de la Policía, pero no sirvió de nada. Ni un efectivo se bajó del carro, ni siquiera por respeto saludaron al Nazareno, que tuvo la delicadeza de pasearles por el frente.

IV Estación: Las viejitas con sus rosarios desgastados, encabezaban la serpenteante caminata católica, le seguían otras personas que rezaban con tanto fervor, que se les veía casi elevándose al cielo. Algunos para hacer alarde de la tecnología digital, charlaban largo rato por celular, mientras al padrecito apenas si se le escuchaba la voz, con su humilde micrófono análogo. Los descarados también dijeron presente en este emotivo acto de fe, uno le preguntó a otro: ¿Y quién se murió aquí?, los dos se miraron y se rieron de la gracia. Muchas personas los miraron repudiando su obra, pero fueron perdonados, al ver que ambos empuñaban una lata de cerveza como si fuera un preciado tesoro.

V Estación: Entre la gente, se movían sigilosos, vendedores de estampitas, escapularios, medallitas, velas, oraciones y por si acaso billetes de lotería. Era un auténtico mercado; de un lado iban los tequeños y los raspados, y del otro perros calientes y helados, un par de opciones solidarias para refrescar a los devotos.

VI Estación: El Nazareno se movía al ritmo de una triste melodía y del murmullo de los fieles, cargado por una cuadrilla, dirigida por una señora que paga su promesa desde hace treinta años. Ella es excelente paseando la imagen, pero no aceptó que nadie más se acercara a la figura de Jesucristo, mientras los demás rezaban, esta devota se dedicaba a empujar e insultar a los feligreses ilusionados en besar la imagen. Parecía que nunca hubiera leído en la Sagrada Biblia, las palabras de Nuestro Señor: “Ven y sígueme”.

VII Estación: El Padrecito como buen líder, invitó a la comunidad a seguir más despacio la extenuante procesión. Algunas ovejas descarriadas hicieron caso omiso de esta santa petición, por lo que decidieron tomar un atajo, sin darse cuenta que la grama que pisaban estaba cubierta por un alfombra de hormigas amarillentas, las cuales hicieron contorsionar de desespero a sus víctimas. Hasta el cura con cierto disimulo, se desternilló de la risa, al ver a un par de gordas que danzaban un ritual extraño por la picazón.
Y así mismo, pasaron dos horas de vicisitudes y calvarios. Al caer la noche, por fin alcanzamos llegar a la última parada.
XIV Estación: El templo, estaba plenado de gente muy bien vestida y emcopetada, exquisitamente perfumada ¡sin una gota de sudor!, que se abanicaba sin cesar desde sus cómodos asientos. Por si fuera poco, los que vivieron, caminaron y sufrieron el Vía Crucis se quedaron de pie.
Posteriormente, los oficios religiosos continuaron con un Misa Solemne de una hora y media. Mis principios cristianos, me impedían retirarme sin culminar la celebración eucarística, pues lo consideraba una falta de respeto. Pero ante todo lo sucedido, sin contar lo que no pude ver, pienso que mi retirada fue insignificante.

El pueblo de Dios, asiste a su convocatoria no por fe, sino por una milenaria tradición, y muchos van obligados a rezar, basta ver sus actitudes. Quizás algunos creen que con sólo caminar o cargar una Biblia bajo el brazo, van a ganar su entrada al cielo. Quizás algunos piensan que vistiendo al niño de morado serán perdonados sus pecados, pero eso no es suficiente.

El gesto de esta procesión, significa acompañar al enviado del cielo en sus momentos de profundo dolor, implica vivir en recogimiento espiritual los sagrados misterios de la Muerte de nuestro Salvador. El verdadero protagonista de esta Semana Santa es y será Cristo; pequeño gran detalle que siempre se nos olvida. La fe se manifiesta en obras; en el amor a la familia, al hermano más cercano, en tu capacidad de servir y ayudar a los más necesitados, no en andar de templo en templo cumpliendo con cuanta costumbre exista. Si tu sabes que no lo vas a hacer de corazón es preferible que te vayas a la playa, al campo o la montaña.
¡Basta de hablar tanto es hora de que actuemos!. No lo digo yo, lo dice una canción: “La iglesia se lleva en el alma y en los actos no se te olvide que Jesús hermanos míos es verbo y no sustantivo”.