viernes, septiembre 28, 2007

4to Thinking Blogger Award


Esta es la cuarta vez que me nominan al Thinking Blogger Award y lo recibo con toda gratitud y motivación. Con absoluta sinceridad tengo que admitir que nunca lo había publicado porque no me gustan las cadenas y normalmente tampoco recibir premios ni reconocimientos, pero como dicen mis panas a veces exagerar en humildad apesta... Gracias a??? (descaradamente no recuerdo quien fue la primera persona que me nominó, porque eliminé ese post sin culpa) por favor ayúdenme a esclarecer este misterio. El segundo fue el panita Gabriel Delgado (neogabox), quien vino a ponerle color a nuestros lienzos y a quien agradezco por su especial distinción y comentario:
“Date Duro (Crónicas de la Vida Misma): Pues sí, el señor Erwin García y su blog son los primeros en ser premiados, este blog está lleno de una energía única, cuando entras y lo lees te vuelves adicto, es un blog realista, con los pies bien puestos sobre la tierra y con historias que te permiten recordar todo lo que tu has vivido, y aunque haya sido algo malo te terminas riendo”.
La tercera fue mi colega Iliana Contreras, quien cual quijote se la pasa luchando con gigantes y molinos y entre sus escaramujos me regaló estas súper motivadoras palabras:
“Date Duro: Mi blog guía, mi blog madre. Me dio la bienvenida a éste mundo de letras y arte, despertó mi cerebro entumecido por la rutina e inspiró mi creatividad. Su autor despide en cada publicación, inteligencia, espiritualidad y elegante humor. En qué me hace pensar: que la vida es mejor y más simple de lo que yo creo, que Dios existe, que se vale reir y llorar sin vergüenza; y que crecer es posible. Que es importante contemplar lo que somos y lo que hacemos. Lo divertida que es una buena lectura”.
Y el cuarto fue mi compadre Luis, un chamo capaz de ver muchas cosas aún con los ojos vendados: “Date duro:Divertido, entretenido, original y sobre todo muy real... ¿por qué lo leo? es una mezcla de las mejores historias urbanas, reflexiones profundas y una forma de escribir como pocos”.
Y la verdad es que se siente muy bien que a uno lo reconozcan por el simple y sencillo hecho de ser uno mismo; de vaciar tus opiniones, pensamientos, sentimientos, alegrías, tristezas, recuerdos y sueños. Este blog es mi “diario semanal”, mi descarga, mi desahogo, en ocasiones suple a esos amigos que algunas veces no encuentro cerca. Y el hecho de que este espacio transmita el mismo efecto aliciente y bálsamo divertido-espiritual para otras personas, ya es suficiente para mí.
Gracias una vez más, por leerme, y más aún por acompañarme en este largo recorrido de experiencias dulces y amargas que llaman vida. Quizás me convierta en una especie de excepción, porque aunque me gustan muchos blogs no quiero seguir esta cadena. Les prometo que pronto haré mi propio premio, original, rebelde y creativo para enaltecer a mis blogueros favoritos. Un abrazo.

domingo, septiembre 23, 2007

Estoy enamorado

Cuando decidí abrir este espacio jamás imaginé que publicaría las cosas más disímiles que a veces se me atraviesan por la mente. Siento que alguien me sopla al oído, y yo sé que es él. Cada día que escribo pongo una mano en el teclado, pero quien actúa es una mezcla poderosa entre la voz de la conciencia y los latidos del corazón. Es él, el encargado de dictar mis pensamientos y sentimientos. A veces me obliga a escribir locuras, ocurrencias y anécdotas para que les robe una sonrisa y juntos comprendamos que la vida no es tan dura y es más bella de lo que creemos, y en otras ocasiones, con lecciones, me enseña a compartir lo aprendido. Un hombre bendecido por la vida, como yo, no puede dejar de escribir al más grande y puro amor. (No me importa si después de este post me tildan de evangélico, predicador o sacerdote, no lo soy, y tampoco lo necesito para gritar y cantar a los cuatro vientos en lo que creo y por lo que vivo). Estoy muy agradecido por cada paso, por cada respiro, por cada sueño cumplido y por los que no se cumplieron, por cada milagro, por mi familia, por mis amigos, por mi vida, y hasta por este blog.
El es mi vida, mi aliento. Cuando todo se me pone difícil, cuando estoy cansado él me sostiene. El es mi Papá, mi Dios, a quien le agradezco infinitamente por darme esta vida tan pobre, tan humilde, tan limitada, tan culpable, tan dócil, tan vulnerable, tan débil, tan suya y tan mía. Aunque poco lo digo, hoy lo escribo ante millones de seres como yo: GRACIAS DIOS, TE AMO.
“Espero este sea mi mejor post, y lo lea mucha gente. Y ojalá, en lugar de sonrisas y sencillas reflexiones, les regale con esta canción un poco de esa paz y esa fe que necesitamos para vivir y luchar intensamente en la búsqueda de nuestra felicidad”.

jueves, septiembre 20, 2007

Chupi chupi sobre ruedas


En vista de que este post lo colgué cuando no me conocían, lo volví a publicar. Este texto salió en Urbe cuando estudiaba y todavía no hacía periodismo serio, jajajaja...
Creo que fue mi primera crónica. Que lo disfruten!
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Hace unos días salí de la universidad y me cansé de buscar a Kike (un pana que me da la cola), pero no lo encontré. No me quedó otra que irme en taxi. Cuando paré el carro recordé el disco rayado de mi adorada madre: "cuando pares un taxi, obsérvale bien la cara, que sea de confianza... bla, bla,bla." Luego del profundo análisis, concluí: Por supuesto que es de confianza pues es un señor mayor, canoso, con lentes, medio rechoncho y parecido al abuelo de Heidi, ¿qué daño puede hacer ese anciano indefenso?, me monté. No tenía ni música y el silencio era sepulcral hasta que yo inicié la conversación: ¿Y cómo estuvo el día, mucho trabajo?. El abuelo con cierta tristeza me respondió: ¡ay mijo estudie, échele pichón, porque esta vida es muy dura, usted no sabe lo que es estar todo el día detrás de este volante!. Si el señor seguía hablando yo iba a largar el llanto: Me compadecí de él. Así que le dije bueno vamos a invitarle un fría pa´ que no se queje, y el viejo me dijo: no mejor dame los reales que yo tengo otra manera de divertirme. Y yo me quedé intrigado. Hasta que veo, que a la altura del Barrio Saigón (zona peligrosa por la que ajuro tenía que pasar) empieza a bajar la velocidad. Allí me alebresté. ¿Qué hace ese este viejo de mier... en este lugar que matan nada más con el pensamiento? Me levanto y le digo: "Yo no me quedo aquí". El respondió: "Un momentico hijo que voy a saludar a una amiguita". Cuando de pronto veo que sale de un matorral, una chica de ébano que serpenteaba como si tuviera los guasarapos revueltos, con una licra fucsia que le trancaba la circulación, y una diminuta y curtida camiseta con la que se podía apreciar lo despechada (léase sin pechos) y desnutrida que estaba. El cabello más corto que el mío y sin peinar, bañada en cicatrices por todos lados, con la cara llena de talco y los labios de color rojo onoto. Ante este apocalíptico panorama, yo me quedé congelado y mudo. Se trataba de una integrante de la banda las "chupi-chupi", aquellas que cobran el precio solidario de 500 bolos por succionártelo en el carro. El viejo bajó mi ventana y la desgraciada tuvo la desfachatez de sonreir aún cuando le faltaban los cuatro dientes delanteros. Con aires de Xica Da Silva le dijo al chófer (su comendador): Hola papi, me trajiste carne fresca. Yo no me aguanté, y cagado le dije: "No señora, jejeje". Acto seguido, me acarició la cara y me dijo no tengas pena, mira que sin diente es más sabroso... cuando le veo la jeta me iba a dar un infarto. ¡Nada más de imaginármelo se me revolvieron las tripas! De pana que esa negra era fea con bolas, yo quería dejar la peluca, pero el chofer estaba enamoraísimo. Así que me arrech. y le dije: "Arranque o me bajo". El viejo entendió y le prometió a su muñeca que vendría a recibir su ración en unos minutos. ¿Quién diría que el viejito bondadoso era malamañoso. Por eso digo que las madres tienen mucha razón, la próxima vez que me monte en un taxi voy a volver a ver bien la cara. Pasé el susto de mi vida, he visto gente fea y a ella. Ahora cada vez que veo el comercial de Bon Ice recuerdo a la negra y no precisamente por pingüino sino por chupi-chupi.

lunes, septiembre 17, 2007

Necesito respirar


Desde que pasé de ser jefe de prensa a director de la oficina, la vida me ha cambiado un tanto. No me refiero a mi personalidad, ni a mi esencia, se trata de ese cansancio que se adueña de mí antes de caer la noche, se trata de dejar el almuerzo a medias, de perder algunas veces la sonrisa que me ha abierto tantas puertas y corazones, de los celulares que no paran de sonar, de las personas que debo atender y entender, de tratar de canalizar una especie de implosión de emociones y tensiones. Nunca me ha gustado pretender cargos de jerarquía (aunque sé muy bien que los puedo liderar), prefiero trabajar bajo perfil, callado, astuto, eficiente, pero ya estoy comprometido en esta misión y sólo me queda darle bien duro.
Antes me daba cuenta de tantas cosas que ya ni observo. Estos días he estado reflexivo: No quiero cambiar nada de mi entorno, quiero más tiempo para mí. No quiero que las ocupaciones y responsabilidades me consuman y me hagan perder ese mundo casi perfecto que Dios me ha regalado y que yo me he esforzado por mantener a mi alrededor. Necesito más fe, más fuerza. Estoy en una lucha para no dejar de disfrutar ningún detalle de la vida por más pequeño que sea. Quiero contemplar lo que soy y lo que hago.

Necesito respirar,
tomar un trago de aire limpio
y empezar a caminar por las huellas que dejaste.
Estos pies han de pisar la tierra en que nací.
Si no es así me robarán mi libertad.
Necesito comenzar,
hacer de nuevo mi equipaje
y no llevarme nada más que los años que he vivido,
todo aquello que aprendí y aquello en que caí.
Si no es así me robarán mi identidad, que si no es así me robarán mi identidad.
RESPIRAR - Nico Montero.

[si puedes escúchala descargando el mp3 de este link: http://www.trovador.com/~nico/descargas.php , luego ir al album" Lo nuevo ha comenzado" y darle click al tema "Respirar"]. Se las dedico. Un abrazo.

domingo, septiembre 09, 2007

Hablando con el mar


Ayer el mar me habló
nos contamos cosas, mejor dicho.
A veces en susurro
se detenía para escucharme
y acariciaba mi rostro salpicándome de agua.

Ayer escuché las olas
estaban emocionadas.
A veces furiosas
me estremecían y gritaban
pero con la sabiduría del viento siempre se apaciguaban.

No temas, serénate, vive, ama, fueron sus palabras...
AYER EL MAR ME HABLÓ.

domingo, septiembre 02, 2007

Circo de hojalata (historias en un bus).


Cuando estudiaba en la universidad, yo si pasé ronchas (en lenguaje urbano léase sacrificios o malos ratos). Cada vez que veo un autobús lleno de gente, retrocedo un tiempo atrás y me imagino allí adentro, sentado con mis libros, dos carpetas y un koala, con calor, aturdido por el vallenato a todo volumen que cantan con frenesí los choferes y colectores.
Una vez tomé mi bus como siempre a eso de las 5:30 pm. Aquella tarde la música, que sonaba a reventar tímpanos, era “coge la parada” o “cógela parada” (todavía no sé con qué sentido lo dice el cantante), ¡me la tenía que calar!, parece que el tipo la repetía o tenía ese mismo tema grabado 20 veces en su CD pirata. Al abordar yo tenía un ritual; quitarme el reloj y todo lo que brillara así fuera una baratija de gold field, mirar para todos lados milimétricamente con la intención de sentarme en el lugar perfecto. Ese día divisé a una dulce e inofensiva ancianita recostada en la ventana con su nieto en las piernas y un espacio al lado. Yo dije: ese es mi puesto, aquí estoy justo de lado del pasillo. Enseguida me senté.
En cada viaje en bus, tenía que formar parte de una jauría infernal, me sumergía dentro de un circo de hojalata que exhibía los espectáculos más inverosímiles y dantescos. Cada tarde, aprendí a ser más malo con los pasajeros, a negar el asiento, y a odiar más al vallenato, cumbia, y todo lo que sonara con ritmo de acordeón. En cada recorrido, un inmenso temor recorría mi mente, pues los robos en colectivos siempre han sido el modus operandi preferido por los jóvenes delincuentes. (Ese temor no era gratuito; una vez iba en un bus y se presentó un tiroteo, un tipo en una moto disparaba desde afuera).
Acto 1.
A pocos minutos de sentarme, arrancó el festín y los malabares: se subió un señor con aspecto de criminal trinitario, se plantó en el medio del pasillo, y dijo: Señoras y señores muy guenas taldes. Nadie respondió. No oyeron? Dije guenas taldes (con ínfulas de pastor evangélico enfurecido). Luego todos, cual salmo responsorial, asentimos: Buenas tardes. El tipo dijo que era sobreviviente de la tragedia de Vargas, su nombre (más inventado imposible) era Richardson Stephenson, y para remate se confesó expresidiario, argumento suficiente para que todos los usuarios sacarán su contribución. Yo le di sólo mil bolívares, porque sabía que pronto vendría otro solicitante.
Acto 2.
En efecto se montó una señora (que pudo haberle dado clases de histrionismo, dramatismo puro y de cómo soltar los mocos en 2 segundos, a la desaparecida actriz de actrices Amalia Pérez Díaz), sujetando por el brazo una niña como de 12 años con problemas de malformación. Ya era la quinta vez que las veía haciendo de las suyas. Me sabía el show de memoria: La mujer después de llorar y pedir 100 mil bolos pa´un supuesto cateter, pellizcaba durísimo a la muchachita y ésta se contorsionaba como Linda Blair en El Exorcista. Cuando recogían la plata, las dos salían sin rastro de sufrimiento alguno. Por eso yo siempre digo que los venezolanos somos talentosos y otros pendejos (entre ellos yo). Allí se fueron 1000 Bs más.
Acto 3.
Un señor muy folclórico; pantalón arremangado hasta las rodillas, camisa blanca, sombrero de cogollo y pañuelo rojo atado en el cuello, vende chupi chupis para que su hija estudie en la universidad (o quizás para cambie su vocación de striper, no se sabe). La abuelita que estaba a mi lado, lo llama; “Me da uno rojo por favor” y se lo da al pequeño, cuando la criatura le hinca el diente, un gran chorro del gélido líquido colorado envuelto en plástico salta y se frena sobre mi camisa blanca. La vieja (ya no abuela) agarró su trapito lleno de moco o quién sabe que, y en su intento desesperado de limpiarme, lo que hizo fue regarme más la mancha. “Déjelo así señora, está bien, tranquila”, respiré y traté de ponerme a leer un libro.
Acto 4.
En eso siento que alguien me pisa el “uñero” (quise decir exceso de crecimiento de la corteza del dedo más grueso del pie) que me traía loco desde hacía días. En una mezcla de dolor y arrechera subo la mirada para soltar una retahíla de palabras sonoras y cuando veo al culpable, se trataba de un negro de dos metros con cara de matón, sus brazos parecían mis piernas, tenía pinta de obrero petrolero, sudaba a chorros y estaba hediondísimo a encurtido de vinagre. Mi rostro se transformó de samuray vengador a geisha sumisa y complaciente, no me quedó otra que sonreirle, jijijiji, el desgraciado ni gesticuló. Bajé la cabeza aguantando aquel sufrimiento, y de pronto siento sobre mi pelo (engominado) la vianda de comida del negro rozándome y despeinándome con el vaivén del autobús. Me sentía víctima de su xenofobia acumulada desde infante, heredada de sus antepasados esclavos. Menos mal que se bajó antes de lo que esperaba.
Acto 5.
En esa parada, el bus llenó hasta el tope, la recostadera de tostón no era normal, allí más de una sentiría vulnerada desde la cremallera hasta sus hilos dentales…
Ya llevaba 40 minutos en camino, pero de pronto, sucedió la vaina más increíble, un muchacho con un cuatro en la mano. ¡Dios, lo que faltaba!. Tocó un acorde como para afinar y buscar el tono pensé yo; y ha empezado a emitir unas extrañas onomatopeyas; era un mudo que expulsaba una combinación entre bramido, maullido, berrido y un chillido ensordecedor. Todas las personas sacaron rápido su dinero y le aplaudían para que se fuera, y él en agradecimiento, soltó otro desconocido e inexplicable tema de despedida. Todavía no entiendo por qué llevaba un cuatro, si nunca lo tocó. Otros mil bolos por el buche.

Después de eso, no he visto algo igual...
Siempre me ocurría que me dejaban mucho después de mi parada, pues el bendito vallenato no permitía que me escucharan y a mí no me gustaba gritar. Pagaba mil bolívares (el pasaje era menos de lo que gastaba allí dentro). Apenas llegaba a la universidad me sentía como un reo saliendo de la cárcel, me liberaba de ese submundo aterrador al que me enfrentaba cada día. Nadie entendía mi cara (a veces demacrada, aturdida y obstinada) ni el por qué de mi silencio en clases, ni el suéter que siempre llevaba por si acaso me volvían a manchar la camisa o la gelatina en el morral por si me despeinaban otra vez.
A veces veo los autobuses llenos de gente, heterogénea, diversa, con rostros de preocupación y los entiendo, de verdad que los entiendo… No puedo decir que no vuelvo a montarme en un autobús, a veces lo hago, pero pasaron 5 años y me gradué, y en ese mismo tiempo me curé de algunos males, entre ellos aprendí a no molestarme tan fácilmente y a sumergirme en mi mundo inviolable, imperturbable y mío, cada vez que viajo en el circo de hojalata.