miércoles, abril 30, 2008

Olores de la juventud


En estos días de lluvia, el olor de la tierra mojada me recordó aquellos tiempos cuando estudiaba en el liceo. A éste, otro olor que asocié fue una mezcla de sudor almizclado con fricción de borrador sobre hojas de cuaderno y lápices después de haberle sacado punta.
En el salón de clases era una fiesta cuando el profesor no llegaba a los 15 minutos pasada su hora. La agonía llegaba a los 14 minutos cuando contábamos cada segundo como si fueran campanadas de año nuevo. Cuando reventaba el cañonazo, la carrera por la aventura empezaba. A correr… Morral en el hombro, adrenalina desbordante, atropellando a todo el que se atravesara. Era una travesura cualquier cosa; andar en pandilla, meterse en el parque por un hueco de la cerca y no por la puerta principal, pedir 20 tequeños y pagar 16, comprar raspaos de colita y vaciar la leche condensada, burlar al portero de la escuela, recorrer el centro de la ciudad sin medio en el bolsillo, llevar a la noviecita a recostarla en cualquier árbol y tallarle un corazón con tu nombre y el de ella, ¡Qué cursi!.
Nos lanzábamos desde los recorridos más urbanos hasta los periplos más agrestes, siempre el promotor de las excursiones era yo el "motolito sempiterno”. Una vez recuerdo que dije: “Mañana no viene la profe de contabilidad, así que traigan sus shorts y trajes de baño que no vamos a la playita”. Todos cuales autistas asintieron. Por allí no había playa cerca sino un balneario privado llamado “San Pedrito” ubicado detrás de una montaña. Me llevé a mi grupo en varios carritos por puesto, al llegar, sin saber adonde iba, empezamos a caminar, caminar y caminar, nos perdimos, retrocedimos, y al fin encontramos el mar. Era un lugar abandonado, había animales muertos, barcos hundidos… Un paisaje dantesco, parecía el final del "Planeta de los Simios", lo que faltaba era la estatua de la libertad enterrada en la arena. Yo empujé con un palo a un asqueroso bicho marino, que botaba un fluido morado y viscoso, para que las chicas ni gritaran, luego me lancé a la playa y caí clavado en un erizo… allí empecé a llorar y mis amigos me llevaron cargado al hospital donde mi adorada madre me esperaba con sus gritos haciéndome pasar el bochorno más fatal de mi desventurada adolescencia. Allí acabó el viaje a la playa, pero aún así no dejé de ser el más popular del colegio.
Cuando crecí, enfermé de pseudo vanidad sin fundamento… creé una secta donde sólo podía estar gente moderna, bien parecida y bien vestida, me inventaba unas pintas que parecía una caja fuerte, tenía muchos seguidores, eso sí. Impusimos la moda de usar medias cortas y pantalones brincacharcos, con la intención de mostrar el tobillo, o ponerse un zapato blanco y uno negro, jajajaja. Qué cosa tan balurda y afectadamente irreverente, sin querer a veces parecía una suerte de Punky Brewster criollo.
Casi todo me gustaba, creo lo que más me fastidiaba era ser el bendito semanero, dícese de una especie de asistente (jalabolas) que debía notificar todas las irregularidades (echar paja) a los profesores para quedar bien ante ellos (soborno). Guardar la carpeta, borrar la pizarra, tener a mano tiza o marcador. Espero esa figura ya no exista.

En la secundaria tenía una amiga que me hablaba muy cerca en la oreja, dejándome rastros salivosos de su aliento hormonal en mi tímpano morboso, eso bastaba para recibir corrientazos extremos en la entrepierna y erigir espontáneamente una carpa que no me permitía levantarme del ordinario pupitre. Después que me dejaba alborotado, se iba a hacer lo mismo a otros, ella tenía un ardor cachondo y alebrestador, supongo que olía a ovulación. Ahora que lo analizo creo que, muy a propósito, me daba esos besitos calientes y húmedos buscando fuego teenager, pero antes era tan gafo que me conformaba con una cita con el raspayuqueo a la hora de la ducha. Tenía otra compañera que si existiera hoy fuera una digna representante de los Emo, con el cabello completamente batido tapándose el rostro, una suerte del tío cosa con mirada de odio, casi no hablaba, andaba con unos walkman adheridos al nervio auditivo, repudiaba a los profesores con vehemencia, siempre olía a cigarrillo. La tipa todos los días venía con una venda dizque para taparse las venas que estuvo a punto de cortarse, otro día llegaba con un collarín porque se lanzó en salvavidas del techo del edificio, se tomó un pote de pastillas, ingirió campeón, y total la chama fue Manimal encarnada en un gato pues esas 7 vidas le alcanzaron para cambiar su bipolar, compulsiva, deprimente y oscura humanidad. Para sorpresa de todos, hoy es toda una distinguida dama, ¿Quién sabe que llevará en ese coco semi trastornado?. ¿Todavía disfrutará de líquidos tóxicos?. ¿Quién sabe? Dios qué lengua tengo.
También tenía un pana italiano, que era el rey del violín, podridísimo el bicho. Fétido era poco, pero era buena gente. Y me sentaba delante de él porque me tocaba en la lista. En su cumpleaños le obsequiamos (escondido en su bolso) un MUN bolita, limón, bicarbonato de sodio y crema dental. El hedor a pacuso (patas, cu.. y sobacos) era su más fiel compañero. Putrefacto y poluto como él solo, su chemise tenía manchas amarillo ocre debajo de los brazos. Hasta que un día fuimos juntos al cafetín y se me ha pegado aquel tufo… Apenas olfateé cerca de mis axilas, dije: “El que anda con cojo, cojea”, bien lo dice mi madre. ¿Ahora que hago con este rolo e´ violín?. A los minutos…Ya. Enseguida saqué una de mis ideas creativas: inventé que una tía se murió para poder salir corriendo de clases con un drama sin que nadie se diera cuenta. Cuando hablé con la profesora, ella pidió a los alumnos se levantaran para darme el pésame. Allí fue cuando todos se dieron cuenta de que tenía un funeral bajo mis brazos y decayó un poco mi tan lograda popularidad.
Ser popular (a bien o a mal) es una cruz que me ha acompañado desde muy pequeño, los culpables de esto fueron mis padres que me metían en cuanto baile, poema y canción hubiese vacante, pero eso llegó a su cumbre en bachillerato. Tuve que cantar una canción en inglés con los ojos cerrados delante de todo el salón. Y lo único que recuerdo es que decía: “All just call, you say I Love” y allí me quedé pegado más de 6 minutos, se me olvidó la letra. Tuve que dar un discurso de la sociedad bolivariana que nadie escuchó porque el micrófono nunca prendió. Me puse un liqui-liqui blanco apretado con un interior negro debajo, por supuesto que todo el mundo miraba hacia abajo mientras bailaba joropo y se me rompía el pantalón… En fin, tuve que hacer de todo para ganarme el privilegio de tener muchos amigos y ser una referencia entre todos. Casi siempre era el chiflado, el payaso, el estudioso, el inventor, el creativo, el organizador, el actor, cantante, presentador, político y mediador en conflictos. Tuve que hacer de todo para ser aceptado en una etapa donde me sentí la persona más insignificante de este mundo. Tuve que valerme de artimañas para tener un poco de brillo en la opaca adolescencia que me tocó vivir, si no fuera por los recuerdos del liceo, le pediría al dueño de la vida sombrear este período, darle doble click y suprimirlo para siempre. El divorcio de mis padres pudo haber sido un detonante para ser drogadicto, delincuente, antisocial, inadaptado o un personaje gris, pero no fue así, me inventé una y mil cosas para llenar ese vacío con imitar lo mejor de personalidades ajenas a la mía, con talleres de autoestima, pero sobre todo con fe. Lo que parecía una etapa de carencias y tristezas se convirtió en un mundo lleno de mágicas diabluras que me han dado la vivacidad para enfrentar este mundo en el que tenemos que pisar más fuerte cada mañana. Si no hubiese tenido amigas depresivas de quienes burlarme quizás el suicida sería yo, si no hubiese sido líder del grupo no sabría conducir mi profesión ni mucho menos podría ser profesor. Soy Relacionista Público nato, gracias a Dios ejerzo mi profesión porque siempre que hay un acto o un evento quiero aparecer y saludar a todos lo asistentes, es un estigma que llevo desde aquellos días de pubertad. Si no me hubiesen ocurrido tantos bochornos no sería tan previsivo y organizado como soy. Ya nadie me deja saliva en la oreja tampoco hoy me parece muy excitante. Más nunca usé pantalón blanco con interiores negros y me alejo de la gente con tufo, ese tipo de cosas a mi edad no las soportaría. Cada vez que paso por la playa San Pedrito, me río y narro el bendito viaje frustrado y los lecos de mi madre mientras me sacaban el bendito erizo del pie, cada vez que veo a un vende raspao no dejo de comerme uno de colita y servirme la leche condensada a mi gusto. Creo que a pesar de que han pasado los años, de las preocupaciones y ocupaciones inherentes a la madurez, de mi estilo de vida y seriedad, no consigo librarme de ser el loco adolescente y el motolito sempiterno que busca hacer de cada segundo una aventura. El mismo que de vez en cuando, con nostalgia, recuerda los olores de la juventud.

"De mis disparates de juventud lo que más pena me da no es el haberlos cometido, sino el no poder volver a cometerlos".
Pierre Benoit (1886-1962) Novelista francés.

Fotografía: Eduardo Sánchez.

domingo, abril 13, 2008

Funerales sin llanto



A mí no me gusta participar en funerales, me rehúso. Yo siempre he visto en novelas y películas a la gente sobria y triste, pero las dos últimas veces que he ido a una ceremonia fúnebre familiar me he quedado con ganas de llorar. Trato de cumplir con la cuota de respeto pertinente al caso, rostro circunspecto, ropa negra, practicando en varios tonos “mi sentido pésame” y no “felicitaciones” (he visto casos),  aunque en ese momento me quedo mudo. Llego serio, doy mi abrazo bien sentido, pero siempre pasa algo…
Al llegar a la capilla velatoria lo primero que vi fue a toda la gente relajada tomando té, café, comiendo sándwich, saludando y hablando hasta por los codos. Dije: “Buenas” y casi nadie sabía quién era yo, gracias a mis hermanos mayores fue que sacaron su cuenta. Unos me decían: Irvin, Darwin, otros Willmer o Henry, y es allí cuando pregunto por qué mi madre no me nombró Juan o Ramón. Muy displicente me aparté para saludar a los dolientes más cercanos, fue el momento más sincero y profundo. Una de las cosas más especiales en estos duros momentos es el reencuentro familar, siempre con sus excepciones. Por allí estaba sentado un tío que tiene vieja fama de sadicón, no dejaba de mirar, besar y manosear a sus bien contorneadas sobrinas, otro -más audaz- a cada rato se iba hasta el carro a bajarse una botella de güisqui, otra más veterana estaba en un banquito descosiendo a cuanto familiar se le atravesara con su lengua filosa. Nunca falta esa persona desconocida que llora, grita y patalea, pero cuando le suena el celular se le acaba el reality show y atiende con voz seductora. Tampoco falta una prima morbosa (fanática de Alfred Hitchcock) que te obliga a ver el cadáver, aunque te resistas, unos primos que se creen la pepa del queso porque ahora tienen plata, que presumen de lo que son y lo que no son, y otros que son más legítimamente herederos de nuestro apellido, es decir, multicolores, humildes graciosos, ocurrentes…
Recuerdo cuando falleció mi abuela un primo de profesión estilista (creo que todos tenemos uno, pero no creo que sea tan particular como el mío) pasó más de una hora maquillándola como si fuera a un concurso de belleza, usaba diferentes brochas, una paleta de sombras, y cuando mis tías la vieron, se escandalizaron, le quitaron el patuque y hasta le retiraron el habla al profesional del make up por su insulto fashionista. También rememoro cuando falleció un tío y lo velaron al lado de una licorería -craso error- en la funeraria estaban 10 dolientes y en el despacho etílico más de 30 cantando rancheras. ¡Ay Jalisco, no te rajes!
Cuando falleció la otra abuela, recuerdo que una de sus hermanas (una tía abuela de carácter muy fuerte, viejita, media coja, muy canosa y pícara) estaba almorzando, llorando y rezongando a la vez. Apenas entró por la puerta una señora que le debía 10 mil bolívares (hoy 10 Bs.F.), dejó de llorar, se levantó, tiró el plato de comida en el piso, le cobró delante de todos, la insultó, la empujó y la botó de la casa a bastonazos, luego se sentó y siguió implorando como si nada hubiera pasado. Aquel bochorno no hubiese sido superado sino hubiese sido por un primito de 6 años poseedor de una agudísima vocecilla (que daba cosquillas en el tímpano) que no sabía leer, que en su corta vida nunca había orado, y que se convirtió en un eco de las terminaciones de cada letanía que pronunciara la doñita que rezaba el rosario. El niño con sus manos juntas a la altura el pecho, un ojo cerrado y otro abierto lograba algo así como un contrapunteo:
-Señora: Dios te salve María.
-Niño: "ría".
-Señora: Llena eres de gracia.
-Niño: "acia".
-Señora: El Señor es contigo.
-Niño: "tigo".
-Señora: Bendita tú eres entre todas las mujeres.
-Niño: "eres".
Haciendo equivocar a la señora miles de veces, aturdiendo a los presentes con su falsete inigualable y desencadenado una risa comunitaria. Tampoco puedo obviar que en pleno entierro de mi abuela, mi madre se antojó de una barquilla de pistacho y mi tío (periodista al fin) se compró una cámara desechable para retratar muy de cerca (close up) el cadáver de su madre. ¡Qué ocurrencias! Todas estas situaciones provocaron las carcajadas más prohibidas e imperdonables, algunas de las cuales no pude ocultar y otras que histriónicamente pude disimular con una especie de tos, tapándome la boca y saliéndome de la sepultura. Sin embargo, las lágrimas siempre se han quedado frenadas en mis ojos por estos espectáculos tan inverosímiles, desternillantes y poco comunes en otras familias, películas y novelas. La próxima vez evitaré ir a algún camposanto y veré si quedándome en casa, me darán ganas de desahogarme y entrar en contacto con mis verdaderos sentimientos, sin que nadie ni nada me distraiga y me haga pasar por inadvertido tan importante etapa en el ciclo de nuestras vidas.

jueves, abril 10, 2008

Click


Aquí con Martha Kehrhahn en una fiesta de época organizada por Nueva Prensa de Oriente.

viernes, abril 04, 2008

Joako y su mardita lechina


Esto fue un correo que envió a sus amigos Joaquín Machado, maracucho, periodista, ex corresponsal de Televen, ahora asesor de marketing político, quién descubrió hace algunos días que padece de varicela, así como escribe habla, es un show en persona, y por si fuera poco es más sucedido que el pollito calimero. Sin más... su monólogo:

NO HAN SIDO NADA NORMALES ESTOS DÍAS DE DESESPERACIÓN AL VER COMO MI CUERPO POCO A POCO HA SIDO INVADIDO POR ESTAS VERGUITAS QUE HAN SOCAVADO MI ESTADO ANÍMICO, HAN LOGRADO HACERME ODIAR ESTAR ACOSTADO, HAN HECHO SACARME LÁGRIMAS, PORQUE LAS HIJAS DE PUTA NO DEJAN DE PICARME.
ESTA ENFERMEDAD (INVENTADA PARA LOCOS), HA SIDO LO PEOR QUE ME HA PASADO EN MATERIA DE ENFERMEDAD. UN CAPÍTULO MUY ESPECIAL QUE TENDRÁ UN ESPACIO VITAL EN MI GRAN LIBRO DE ANÉCDOTAS.
Y ES QUE NO HE LAMENTADO TANTO DESMAYARME EN PLENA ENTREVISTA CON EL GOBERNADOR DEL ESTADO, CAERME Y FRACTURARME UNA PIERNA EN PLENA PLAZA BOLIVAR DE MARACAIBO INCLUSO EL CASI INNOMBRABLE EPISODIO DE LA CAÍDA EN EL LAGO DE MARACAIBO SOBRE LA LEMNA CUANDO HACÍA MI REPORTAJE... NO, ESTO ES PEOR. LA PENA DE TENER ESTA APARIENCIA HACE QUE NI SIQUIERA TENGA ÁNIMOS DE SALIR A BOTAR LA BASURA EN LA PUERTA DE AL LADO DE MI CASA, QUE NI ME PROVOCA BAJAR A ABRIRLE LA PUERTA A AQUELLOS MUY POCOS AMIGOS QUE HAN TENIDO LA DELICADEZA DE VISITARME, PORQUE A QUIENES YA LES DIO, SIEMPRE DICEN: NO VOY PORQUE SE LA PEGO A MI HIJA, NO VOY PORQUE SE LA PEGO A MI SOBRINA, NO VOY PORQUE SE LA PEGO A MI MUJER, NO VOY PORQUE SE LA PEGO A MI MARIDO, NO VOY PORQUE SE LA PEGO AL PERRO, GATO Y HASTA LOS PECES COMO EL FALLECIDO ANGELO.
INSISTO, DÍAS LARGOS DE NO SABER QUE COÑO HACER ANTE LA PELAZON DE BOLA DE ESTAR EN CASA. LA URBE BIKINI QUE ME COMPRÉ EN EL CAMINO DE MI ÚLTIMO VIAJE POR TIERRA YA ME LA SE DE ATRÁS PA´LANTE, LAS SERIES YA LAS HE VISITAS UN VERGUERO DE VECES. HASTA ESCUCHAR A MI AMIGO JORGE CELEDON (A QUIEN NO LE IMPORTA CONTAGIARSE) ME ESTA ABURRIENDO (JORGE AMIGO DISCULPAME POR ESTO, ESTA NOCHE TE PRENDERÉ DOS VELAS EN PENITENCIA)...

SIN CONTAR LA PENA DE TENER QUE PASAR TODO EL DÍA CON UNA ESPECIE DE CAPA PROTECTORA ROSADA PRODUCTO DEL CALADRIL QUE TODO EL MUNDO RECOMIENDA, PORQUE AHORA ES QUE ME DOY CUENTA QUE A TODO EL MUNDO LE DIO ESTA VERGA MENOS A MÍ. TODOS ME DICEN: Y NO TE DIO CUANDO CARAJITO??? ME PROVOCA RESPONDER:
“ES QUE ME DIO PERO ME GUSTO TANTO RASCARME, QUE LE PEDI A DIOS QUE ME LA ENVIARA OTRA VEZ MARDITO(A)…”
HE INTENTADO ESCUCHAR MÚSICA EN MI MP3 PERO NI SI QUIERA ME PUEDO PONER LOS AUDIFONOS EN VISTA DE QUE ALGUNAS DE LAS MALAYAS VERGUITAS ESAS TAMBIÉN ESTÁN EN MIS PEQUEÑAS OREJAS Y EN LA ENTRADA DEL ORIFICIO DEL OÍDO. Y ES QUE NO SÓLO EN LOS LUGARES QUE SE VEN TENGO MARDITAS VERGUITAS DE ESTAS. EN AQUELLOS SITIOS DONDE LA LUZ DEL SOL JAMAS HA LLEGADO NI LLEGARÁ, TAMBIÉN HAY...EL DOLOR, LA PENA Y EL DESCONSUELO SE APODERAN DE MÍ.
GRACIAS A DIOS MI SANTA MADRE SE VINO SOLA BATALLANDO LOS NERVIOS A ATENDERME.. MADRE ES MADRE, CREO QUE EL SÓLO HECHO DE QUE LLEGARA GRAN PARTE DE MIS MALES PASARON. CUANDO ME VIO POR PRIMERA VEZ SU ACOSTUMBRADA CARA DE DRAMA LLEGO A ASUSTARME, SIN EMBARGO DE INMEDIATO COMIENZO A PORTARSE COMO SIEMPRE. LA CARA DE DRAMA CAMBIÓ A LA DE MÉDICO (PROFESIÓN QUE TODA MADRE TIENE), REVISO TODAS Y CADA UNA DE LAS PERRAS VERGUITAS...ME METIÓ MANO COMO NADIE... YA LUEGO DE VARIOS DÍAS AQUÍ EN CASA YA TIENE LA RUTINA DE ECHARME MILES DE REMEDIOS EN TODO EL CUERPO. NO ES TAN DELICADA AL HACERLO PERO LUEGO DE UNOS CUANTOS LAMENTOS DE MI PARTE, SUS MOVIMIENTOS SE VUELVEN DE SEDA...
ESTA ES UNA PEQUEÑA CRÓNICA DE MI DRAMA DIARIO QUE FORMARÁ PARTE DE UN LIBRO QUE TITULARÉ:
" M A R D I T A L E C H I N A"