domingo, octubre 18, 2009

La montaña rusa...




Sí, sí, tengo tiempo que no escribo, pero es que para poder hacerlo necesito vivir con intensidad, sino qué cuento? Vamos a entrar en confianza, así cerquita entre tú y yo… (bajo la voz, tipo vieja chismosa descosiendo a un vecino con la conserje del edificio). ¿No te ha pasado que cuando crees que todo está listo así como para aplaudirte a tí mismo, que cuando estás a punto de alcanzar la cima de la montaña, sobrados pues, de repente una roca… justo de la que estás aferrado con tus manos, se suelta y zuasssssss, caes de un solo golpe, estrepitoso, seco, contundente?
¿No te ha pasado que cuando crees que tienes el inventario en orden, “algo o alguien” pasa y se te voltea todo?
Eso me ha pasado. Y últimamente más, quisiera encontrar la manera de aprender a leer entrelíneas qué me quiere decir la vida, el destino, el más allá o el más acá. Mucho tiempo he vivido como autómata sin darme cuenta de que todo, lo que me rodea y lo que no me rodea, tiene un significado. Pero ahora me siento como medio compulsivo, observando muy bien hasta lo más mínimo. He estado buscando la forma de morir a mis egoísmos y autosuficiencias, de bajar mis ruidos internos para lograr entender de qué se trata todo esto. Pero hasta ahora lo que mejor he comprendido es que nada de lo que ocurre es un error, todo pasa porque así está contemplado en el libro de cada uno de nosotros y que sólo nos queda aceptar y aprender, una y otra vez.

En estos días, se apareció un ángel de esos que Dios pone en nuestro camino y se atrevió a comparar la vida con una "montaña rusa". yo quise descifrar esta comparación y tengo días en este rollo. Ayer empecé a recordar cuando mi adorable papá me montaba ajuro en ese artilugio oxidado y giratorio que odiaba porque siempre me subía después de haberme jartado dos cotufas, un algodón de azúcar y una frescolita mamarra (léase la más grande), y ante tal agite constante - justo antes de terminar el recorrido - siempre bañaba con mis líquidos estomacales al pobre vecinito de adelante que gritaba feliz "yupiiiiii", hasta que yo lo mojaba sin misericordia - ahora, hablando como los locos - creo que a mi padre eso le daba placer porque siempre me hacía lo mismo, y al final yo quedaba pálido y viendo pa' dentro como por media hora, debe ser que a juicio de mi progenitor yo necesitaba una buena dosis de adrenalina y vergüenza. Después de tan desagradable recuerdo infantil, concluyo la reflexión: “Subes bien alto, gritas como un eufórico, bajas sin freno, te da vértigo y sientes un vacío en el estómago, te pones de cabeza, ves todo al revés, y de pronto, en el turno que vas más despacio te sorprende una velocidad extrema, hasta que te detienes y simplemente respiras y te bajas”.

Y es allí cuando tocas el piso; tu verdad, tu cruda o “cocida” realidad, esa misma, la que te toca. A veces quieres que la montaña siempre esté alta y dando vueltas, pero llega el momento en que te cansas de tanto girar, otra veces ocurre lo contrario, vas tan suave que te duermes y quieres más…
En estos días, he tenido pensamientos y sentimientos encontrados y creo que este ángel me dio una pista, la vida puede ser como suerte de montaña rusa que se apodera de tu rutinario camino, en la que a veces la fuerza del destino empieza a hacer piruetas contigo, pero tienes que agarrarte bien duro de la silla, gritar, sentir vértigos y vacíos, subir, bajar, disfrutar, llorar, pero siempre recordar que muy pronto se va a detener, ten paciencia, espera, ten fe, que pronto vas a respirar y a sonreír como siempre, para tomar tu camino y repasar tus huellas… o borrarlas y comenzar unas nuevas.

La esperanza es el sueño del hombre despierto.
Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.