
Cómo es posible que después de tantos años, Carlota no sospechara lo que siento por ella?
Después de haber leído sus escritos más íntimos, me dediqué a escucharla, soporté cada palabra hiriendo mi ego. Cada lágrima derramada por él, laceraba mi ya desgarrada alma.
Todo sucedió el fin de semana del 12 de octubre, tenía preparado desde hace tiempo su viaje a la playa con unos amigos (Gustavo y Laura). Yo no quería que ella fuera, presentía algo malo. ¡De pronto son mis celos de siempre!, pensé. En el trayecto, Gustavo decidió buscar a su mejor amigo. Era él. Era él, quien robaría la mirada de Carlota para clavarle una estaca en su corazón; era él, el encargado de hacerle sentir millones de mariposillas de todos los tamaños revoloteando el estómago de la que siempre creí para mí. Era él, Marcos.
Ese mismo viernes, en la playa, sus ojos se cruzaron y despertaron el lugar donde habitaban los espíritus escondidos. Tropiezos convertidos en caricias obedecieron la atracción de sus cuerpos sumergidos bajo el infinito azul. Esa misma noche, Marcos cautivó a Carlota contándole fábulas de estrellas (con rencor pienso que quizás ese sea el triste y fantoche discurso que les dirá a todas). Una sola carpa albergaría a los tres aventureros y a mi princesa. Ella siempre tan delicada con su asma, empezó a toser sin parar. Cuando eso pasa yo la calmo enseguida, yo sé cómo hacerlo. Marcos estaba justo a su lado, donde siempre he querido dormir y desgraciadamente nunca he podido. Ella se tomó una pastilla y se acostó boca abajo, fue allí cuando sus dedos se atrevieron a rozarla para tratar de serenar su agitación. Pasaron los minutos y ella se hacía la dormida, con sus hermosos ojos entreabiertos, pasaron las horas y ella respondió acariciándolo entre atemorizada y gustosa. Acto que terminó en uno de los besos más deseados en la vida de Carlota. Al ver eso sentí un frío que entumecía mis huesos, desde allí me era difícil leer con claridad el siguiente párrafo, mi vista se nubló.
Al salir de la carpa le costó subir la mirada, pero ya lo hecho, hecho estaba. Fue allí cuando asumió que el espacio vacío ya tenía nuevo inquilino. Me contó que terminado ese fin de semana, se veían en la universidad, compartieron sus alegrías y esperanzas, pasaron 10 días completamente juntos, el amor tomó forma, y a mí ni me atendía las llamadas, pues el celular estaba disponible sólo para Marcos. Pasé 10 días sin verla y no aguanté.
Ese domingo, yo la iba a buscar y ella me dijo que iba a estudiar historia de Venezuela, pasé a saludar a su vecina y por casualidad, veo que él la vino a buscar en su camioneta. Enseguida bajó, muy bien vestida y perfumada, como siempre. Fueron al teatro. Llegaron casi a las 11 de la noche, según mi reloj cansado de esperar en la ventana de la casa de al lado. Antes de despedirse, Marcos abrió la puerta del auto, se recostó y la abrazó. El hablaba y ella no lo podía creer. “Sabes… he pasado una de las semanas más espectaculares a tu lado, pero creo que debemos dejar de vernos. Estoy en medio de una difícil situación familiar y aparte de esto, por muchas razones creo que debo irme del país”. Carlota sintió que dejaba de respirar, pero aguantó con fuerza el inesperado torrente del destino. Para terminar, él sólo agregó: “Soy demasiado entregado y enamoradizo, y a la final quien termina perdiendo soy yo”. Así cerró su sentencia egoísta.
Ella por más que quiso gritar tantas cosas, su voz quebrada apenas le permitió unas palabras sin sentido. El ya no pudo hablar, nada más llorar e irse con la maleta colmada de las ilusiones de quien confío en él.
Carlota ha tenido la peor semana de su vida, todas las canciones le recuerdan a él, su comida favorita no tiene el mismo gusto, sus pensamientos la rebasan, miles de acertijos pasean por su cabeza buscando una respuesta certera a lo que vive. Una confusión de amor endulzado con odio y despecho desmesurado, muestran las oscuras sombras bajo la pérdida mirada de Carlota. Ayer la fui a visitar y no hizo más que hablarme de él. Yo aproveché para abrazarla y tenerla junto a mí. Por momentos se quedó muda y yo imaginé que rememoraba aquellas caricias bajo el mar y las estrellas, mientras ese silencio acuchillaba mis ganas de tenerla en mis brazos.
Cada vez que me llama pienso que me dirá esas palabras que tanto quiero escuchar, pero es sólo para hablarme de él. [Carlota me atormentas, me castigas, me matas y resucitas para volverme a sacrificar en este mísero ataúd lleno de vacío].
“Aún así construiré un castillo para mi majestad,
dibujaré paisajes en los mundos del más allá,
mientras él sigue en su viaje sin saber adonde va,
y yo lentamente despierto en esta triste soledad”.